Huyen de Pisco por miedo al pillaje



20 de agosto de 2007

PISCO, Perú (EFE).— Al tiempo que cientos de voluntarios llegan a Pisco para colaborar en las labores de rescate y socorro de la ciudad, una gran parte de la población se marcha ahuyentada por la carencia de servicios públicos, el fantasma del pillaje y el hedor de los muertos.

Aún sin agua ni luz, y con sectores de la región con escasez de vituallas, el ir y venir de taxis y motocarros y la vuelta de los tenderos a los puestos del mercado denotan cierto pulso de vida en la ciudad, que también ha recuperado la sensación de seguridad con los cientos de militares que patrullan las calles.

La estación de autobuses es, junto con la Plaza de Armas, el lugar más concurrido de la ciudad, con cientos de personas que esperan tomar alguno de los transportes que viajan hacia el norte por la Carretera Panamericana.

Hay autobuses que parten hacia Lima cada 10 minutos y, desde el pasado jueves, siempre salen llenos, además de otros que se dirigen a distintos puntos del país.

Para el inspector de la empresa de autobuses Flores, Amado Pereda, "la gente se sigue marchando por miedo", si bien también llegan a Pisco oleadas de personas provenientes de Lima cargados con provisiones para sus amigos y familiares.

Y todo esto pese a que los precios se han disparado en todos los medios de transporte de la región, de lo que se quejan los usuarios.

Un trayecto en autobús que antes del miércoles costaba 9 soles (3 dólares), su precio ahora es de 14, mientras que los taxistas, muchos de los cuales ya han reanudado su actividad tras el sismo, cobran 8 soles por una carrera que antes valía 6, y 15 soles por una de 10.

Lisbeth Cueto y su hijo de 9 meses Victor Raúl abandonan Pisco, su casa y su trabajo por otros motivos.

"Es malsano para el bebito el mal olor de la ciudad. Además, pronto puede haber enfermedades", señaló la madre mientras hace cola para subirse a un autobús.

Muchos de los lugareños, sin embargo, no dejan la ciudad por pavor a abandonar los restos de su casa y perder así las pocas pertenencias que les quedan.

Este es el caso de Ronald Lomas, que ayer embarcó a sus hijos con destino a Lima y hoy lo hace él.

"Dejo la ciudad porque mi casa está derrumbada; no hay alimento, no hay agua, y hay saqueos, pero yo sólo voy a ver a mis hijos y vuelvo a vigilar lo que queda de casa, que ahora guarda el resto de la familia y así podemos descansar un poco", comentó en la parada del autobús.

Sin embargo, la posición de Lomas es tajante en cuanto a su futuro: "Claro que volveré a Pisco, esta es mi casa".