Las claves de Pakistán
La declaración del estado de emergencia, por parte del presidente Pervez Musharraf, ha desatado una crisis política en Pakistán, cuando se esperaba un regreso paulatino a la democracia.
La presión a la que el general ha estado sometido se ha saldado, en muchos casos, con sangre. Este es el caso de la llamada Mezquita Roja de Islamabad.
Al mismo tiempo, algunos sectores, como el judicial, que apoyaron a su gobierno, se han rebelado contra un gobierno que, según ellos, no tiene voluntad política para restaurar la democracia
A continuación, algunas claves para entender la situación actual que vive el país.
¿Qué razones tuvo Pervez Musharraf para declarar el estado de emergencia?
La suspensión de la constitución fue decidida debido a las amenazas a las que se enfrenta el país. En su discurso del sábado 3 de noviembre, el general dijo que no podía permitir "el suicidio de la nación".
Musharraf se refería a los grupos fundamentalistas islámicos que han cuestionado la cercanía del gobierno paquistaní a Occidente, sobre todo en la llamada "guerra al terror".
Cuando un grupo de organizaciones islámicas radicales tomó la Mezquita Roja de Islamabad, en junio pasado, el gobierno puso en marcha un violento desalojo que dejó como resultado más de 100 muertos.
Esto ha radicalizado aún más a muchos sectores de la sociedad.
Lo que sí parece claro es que el blanco de las medidas adoptadas es el poder judicial, que está mostrando independencia.
La Corte Suprema, y en especial su destituido presidente, Ifikar Muhammed Chaudry, han estado considerando varios cuestionamientos legales a la candidatura de Mushararf a la presidencia del país.
Musharraf teme que la Corte Suprema se niegue a aceptar que el general puede seguir siendo al mismo tiempo comandante en jefe de las fuerzas armadas y presidente civil.
Aún cuando Musharraf parecía dispuesto a renunciar a la jefatura del estamento militar, ahora el ministro de informaciones, Tariq Azem, dice que esa decisión está en el limbo, como resultado de la crisis actual.
Es más, las elecciones parlamentarias previstas para enero de 2008 podrían no llevarse a cabo.
¿Cuáles han sido las reacciones a la decisión del gobierno?
La condena ha sido generalizada.
Para comenzar, la oposición política, encabezada por el Partido del Pueblo de Pakistán y su dirigente máxima, la ex primera ministra Benazir Bhutto, acusó a Musharraf de retroceder en el proceso de democratización del país.
Sin embargo, Bhutto pudo volver a Pakistán, luego de permanecer varios años en exilio voluntario, gracias a un acuerdo con el gobierno.
Según dicho acuerdo, las acusaciones de corrupción contra ella y su esposo serían archivadas para permitirle el regreso a su país.
Al mismo tiempo, una disposición que prohíbe la candidatura de ex primeros ministros a una tercera elección ha sido anulada.
Benazir Bhutto ha sido primera ministra dos veces. Por ello, depende en gran parte de la buena voluntad de Musharraf.
¿Cómo han reaccionado sus aliados internacionales?
Tanto Estados Unidos como el Reino Unido le están pidiendo al militar que restablezca los mecanismos que se pusieron en marcha para democratizar al país.
Teniendo en cuenta que Washington y Londres tienen el mayor contingente de tropas en la vecina Afganistán, y que la frontera entre este país y Pakistán es un hervidero de rebeldes de al-Qaeda y Talibán, a ninguna de las dos capitales le conviene la inestabilidad.
Islamabad ha sido vista desde un primer momento como una aliada de Estados Unidos en la llamada "guerra contra el terror".
Pervez Musharaf, que hace poco visitó Washington, se ha beneficiado con una gran ayuda financiera, desde que declarara su fidelidad a Estados unidos tras los atentados de 2001.
Washington preferiría que Musharaf tuviera más control sobre las fuerzas armadas, para que estas se concentren en su lucha contra el fundamentalismo.
Al mismo tiempo, no puede ignorar el retroceso que, para la restauración democrática, significa la declaración del estado de emergencia.
En todo caso, la proliferación de madrasas, (escuelas musulmanas) en las ciudades fronterizas y cercanas a Afganistán, en las que se predica un discurso anti-estadounidense, ha sido de tal magnitud, que resulta difícil neutralizar el reclutamiento de sus alumnos en las filas de Al Qaeda y Talibán.
Además, Pakistán es una potencia nuclear que convive de forma incómoda con otra potencia atómica: India.
Por ello, ni Musharraf, ni mucho menos Occidente, se pueden dar el lujo de permitir que el poder caiga en manos de fundamentalistas islámicos.
La estabilidad es más que una receta para la restauración de la democracia en Pakistán. Es, para muchos, cuestión de vida o muerte.