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Santa Cruz de la Sierra - Bolivia, Jueves 13, Febrero de 2003

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El control de la plaza Murillo se defendió con fuego y sangre


DRAMA. Un civil muerto en la calle Comercio, a media cuadra de la Plaza Murillo. Policías y militares se enfrentaron


Arturo Choque M./La Prensa

Sirenas de carros de patrulleros anunciaron el inicio de la refriega. Gases y balines primero, munición de guerra después, la plaza Murillo convertida en un campo de batalla. Entre las detonaciones de granadas de gas lacrimógeno, el tableteo de las ametralladoras es inconfundible. Menos de una hora antes, a voz en cuello, decenas de amotinados entonaban el Himno al Policía: ...Guardia fiel, qué te importa la vida si alumbrando te mata el deber... Seguramente algunos lo cantaron por última vez. A las 13.25 el fuego cruzado parece irreal. Sólo la evidencia de la sangre que mana a borbotones del pecho de un policía nos devuelve a la realidad, es la primera víctima que cae en la esquina noreste del perímetro interior de la plaza Murillo, sus camaradas lo llevan casi a rastras hasta el Grupo Especial de Seguridad y sobre las losetas queda un reguero de sangres. Una mujer que vende refrescos arriesga su vida repartiendo agua entre los policías que tendidos en el suelo tratan de protegerse de las balas militares. De rato en rato, los proyectiles impactan en las copas de los árboles y en las fachadas de los negocios que se encuentran justo en frente de la Catedral , en cuyo atrio se han apostado las fuerzas castrenses. Desde el tercer piso del policonsultorio central de la Caja Nacional de Salud, situado en el vértice de las calles Socabaya e Ingavi, la vista es privilegiada. El teatro de operaciones aparece desplegado en su totalidad. En el extremo opuesto de la plaza, en la esquina conformada por las calles Bolívar y Ballivián, un grupo de civiles enciende una hoguera para disipar los gases lacrimógenos. Pronto el lugar se convierte en uno de los blancos más atacados por balas y gases. Francotiradores se apostan en la cornisa del Palacio de Gobierno protegidos por el escudo nacional que domina el edificio. Después del primer enfrentamiento, que dura casi quince eternos minutos, el Ministro de Defensa, Freddy Teodovich, se abre paso entre la tropa militar para hablar con los policías levantados apelando a la mediación de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Mientras tanto, en Palacio de Gobierno, el ministro de la Presidencia, Carlos Sánchez Berzaín, ofrece una conferencia de prensa en la que intenta convencer a un grupo de incrédulos periodistas de que las cosas marchan bien y que la tranquilidad del país está garantizada. Una sirena rompe la frágil tregua, llega hasta la puerta de Palacio Quemado y en ella son evacuadas algunas autoridades, no se puede confirmar si el presidente Sánchez de Lozada se encuentra entre ellas. Mientras el Ministro Sánchez Berzaín insiste en que las cosas marchan bien, el estruendo afuera se vuelve ensordecedor y las balas cruzan de este a oeste y viceversa. El ambiente se vuelve a distender, sólo por un momento. Desde la altura, se ve a varios militares que corren llevando inconfundibles cajas de municiones para reabastecer a la tropa. El intercambio de balas se reinicia y algunos periodistas y fotógrafos quedan atrapados en medio del fuego. José Luis Quintana, fotógrafo de la Agencia de Noticias Fides intenta cobijarse detrás de un árbol. Está de frente a la tropa militar que dispara, y a expensas de los francotiradores. Una posición envidiable para hacer fotos, pero sin duda la más vulnerable . Un proyectil cruza a escasos centímetros de su hombro izquierdo y se incrusta en la fachada de la farmacia Congreso. Quintana decide tenderse en el suelo y en ese instante una segunda bala hace estallar atrás suyo la puerta de vidrio de la droguería, mucha coincidencia. El tercer disparo pasa un poco más lejos, pero termina por convencer al reportero gráfico de cambiar su ubicación a riesgo de morir en el intento. Un policía, que pecho a tierra dispara cerca del lugar, no tiene tanta suerte y un disparo le revienta el cráneo. Los periodistas que se encuentran en el tercer piso del Policlínico Central de la CNS intentan tomar imágenes del incidente cuando una ráfaga de disparos destroza una de las paredes del recinto donde se encuentran y una espesa nube de polvo cubre el lugar.

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