Mientras Ecuador atraviesa una nueva crisis, con miles de indígenas que marcharon hacia Quito contra la inminente firma del TLC con Estados Unidos, se ha presentado un nuevo incidente fronterizo -una disputa en torno a si un avión militar colombiano entró a espacio aéreo ecuatoriano-, que motivó una nota de protesta de Quito y aclaraciones de Bogotá.
No es el primer incidente, ni será el último. En parte porque se trata de una zona de vieja presencia de las FARC; en parte por ser una frontera históricamente desprotegida por ambos lados, y porque la presión militar del Plan Patriota puede estar empujando a las FARC hacia el otro lado, la frontera con Ecuador es cada día más ‘caliente’.
Echando la mirada atrás, es imposible no ver cuánto han cambiado las relaciones. Colombia era, para Ecuador, una suerte de hermano mayor, con el cual siempre hubo los mejores lazos.
El puente de Rumichaca era emblema del tráfico comercial en ambas direcciones y lugar de paso de miles de colombianos de clase media, de vacaciones en un vecino que los recibía con los brazos abiertos. Hoy no son los turistas, sino los miles de refugiados colombianos, los que hacen las primeras planas en Quito y Guayaquil.
Lago Agrio, frente al Putumayo, se volvió refugio de guerrilleros y paramilitares, que cruzan la frontera para curarse o divertirse. Ha habido enfrentamientos diplomáticos por el Plan Colombia y por la fumigación aérea de cultivos ilícitos, y reiteradas denuncias de Ecuador sobre violaciones de su espacio aéreo o terrestre, y se han detectado campamentos de las FARC en territorio ecuatoriano.
Y ahora esta nota de protesta, la segunda del año. La Cancillería dijo que no se violó el espacio aéreo; que lo que hay son diferencias entre los radares y que hace falta homologar sus puntos geográficos de referencia, de lo que se ocupará la Comisión Binacional Fronteriza (Combifron). Se hará. Pero se debe entender que en el fondo de estos reiterados roces diplomáticos hay mucho más que detalles técnicos. Hay problemas de fondo, que conviene encarar.
Todo tiene lugar en un marco bastante crítico. Es evidente que el explosivo coctel colombiano de guerrilla, paramilitares y narcotráfico amenaza regarse a través de la frontera. Ecuador, a su vez, está preso de una crisis interna crónica, que se remonta a muchos años. Un presidente tras otro cae en medio de protestas populares.
Así llegó al poder Lucio Gutiérrez y así se fue. Su sucesor, Alfredo Palacio, enfrenta similar situación, con los indígenas en trance de paralizar el país y echar abajo su gobierno si continúa con una negociación del TLC.
En tal situación, con las tensiones del conflicto en la frontera y elecciones en Colombia y en Ecuador, no sería de extrañar que se aprovechen los problemas fronterizos para desviar la atención de los líos internos. Algo que agravaría las tensiones en lugar de favorecer los esfuerzos hechos desde ambos lados para conjurarlas.
El Tiempo, Bogotá, Editorial, GDA