Las ráfagas
de ametralladoras sonaban secas, espaciadas por varios segundos.
Alguna bomba de estruendo sacudía a los pájaros que dormían
en las palmeras. Los disparos al aire se sucedían, uno tras
otro, monótonos, precisos. Veía dos columnas de humo espeso y
negro que tapaban el cielo, allá abajo, en el centro de la
ciudad. Tres helicópteros verde militar ronroneaban en el aire,
a muy baja altura. Eran las 7 de la mañana en Puerto Príncipe
y hacía 45 minutos que el ex presidente Jean Bertrand Aristide
había salido del país, con las primeras luces del alba.
Al mirar por la ventanilla de ese pequeño avión privado, en el
que partió junto a su mujer, Mildred, Aristide no habrá podido
ver la violencia que dejaba a sus pies.
A esa hora en que la ciudad suele ser un remolino de gente que
camina hacia ninguna parte, los chimeres —las fuerzas
de choque del ahora ex presidente— aterrorizaban a todos,
saqueaban casas, quemaban estaciones de servicio, amenazaban y
agredían a periodistas. Pero, fundamentalmente, mataban
gente.
Puerto Príncipe, 9 AM. Los cuerpos de tres personas aún
se desangran al sol sobre una calle de asfalto caliente. Nadie
nos dice quién los mató, pero desde la noche del sábado,
decenas de chimeres recorrían los recovecos de Petion
Ville, la zona exclusiva donde están los hoteles, disparando a
mansalva, desesperados por la segura partida de su jefe.
Actuaban como si no tuvieran nada que perder. Y así era.
"Nadie hizo nada por sacar esos cuerpos de ahí", me
dijo un trabajador del hotel que llegaba de la zona. La comisaría
del barrio, que tenía unos 60 policías, fue atacada y nadie la
defendió.
Era casi imposible llegar al centro. Fotógrafos y periodistas
debieron huir y refugiarse aquí, en el barrio alto. Abajo,
farmacias y supermercados fueron saqueados y muchos policías se
quitaban los uniformes para evitar ser reconocidos por
rebeldes o por las milicias pro Aristide.
La Plaza Champs de Mars, frente al palacio presidencial, hervía
de "malos muchachos" o chimeres, armados de
machetes. "Yo intenté llegar, pero nos rodearon el auto,
nos apuntaron y mientras disparaban al aire nos obligaron a
volver. Estaban armados y con el rostro cubierto", contó
Carlos, un fotógrafo chileno. Un periodista de AFP fue apuntado
al pecho cuatro veces en sólo media hora y se salvó de milagro.
La enviada de la CNN dijo que les tiraron con pistolas y
fusiles y escaparon corriendo.
Puerto Príncipe, 10 AM. Mientras el primer ministro Ivon
Neptune anunciaba la renuncia de Aristide en su coqueta
residencia de esta zona, abajo ya nadie podía controlar a los
pandilleros.
Descontrolados y sin organización aparente, se juntaron frente
al Palacio de Gobierno y atacaron el cuartel de policía. De allí
se escaparon al menos 50 presos.
La policía, que hasta el día anterior había sido aliada de
los chimeres recibió la orden de dispersarlos. Pero
poco podía hacer, mientras disparaba al aire y acaso al cuerpo.
Hubo al menos 4 muertos más en las inmediaciones del
bellísimo edificio blanco de la presidencia. En torno al
palacio fue incendiada una estación de servicio Texaco.
Neptune, el nuevo presidente Boniface Alexandre y el embajador
de EE.UU., James Foley, no parecían preocupados en Petion
Ville: estaban rodeados por decenas de marines y soldados
franceses, armados con M-16 y ametralladoras austríacas
H&K, parapetados detrás de los árboles de la mansión.
Fuera, trepados a las rejas, opositores al ex presidente
gritaban sin cesar. "Es un asesino y huyó por cobarde.
Ahora queremos que los americanos vengan aquí para protegernos
y ayudarnos a organizar elecciones limpias y libres", me
dice Leonardo Martínez, un estudiante de ingeniería electrónica
de 29 años.
A esa hora Aristide ya había hecho una escala en República
Dominicana, cerca de la frontera con Haití, y viajaba a un
destino incierto. No se enteró de que en Cité Soleil, la
gigantesca villa de esta capital, saqueaban y robaban lo que
podían. Menos aún que un grupo de rebeldes se paseaba por
las calles de Petion Ville para darle "seguridad" a la
población.
Aristide ya es historia. Pero antes de irse dejó varios muertos
que llorarán los que se quedaron.
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