Clarin   04-03-02
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Lunes 1 de marzo de 2004
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CAOS TRAS LA PARTIDA DEL PRESIDENTE
Machetazos, saqueos y ataques a periodistas en Puerto Príncipe

Partidarios de Aristide sembraron el terror en la capital. Se veían cadáveres en la calle.

PUERTO PRINCIPE
 ENVIADO ESPECIAL


Las ráfagas de ametralladoras sonaban secas, espaciadas por varios segundos. Alguna bomba de estruendo sacudía a los pájaros que dormían en las palmeras. Los disparos al aire se sucedían, uno tras otro, monótonos, precisos. Veía dos columnas de humo espeso y negro que tapaban el cielo, allá abajo, en el centro de la ciudad. Tres helicópteros verde militar ronroneaban en el aire, a muy baja altura. Eran las 7 de la mañana en Puerto Príncipe y hacía 45 minutos que el ex presidente Jean Bertrand Aristide había salido del país, con las primeras luces del alba.

Al mirar por la ventanilla de ese pequeño avión privado, en el que partió junto a su mujer, Mildred, Aristide no habrá podido ver la violencia que dejaba a sus pies.

A esa hora en que la ciudad suele ser un remolino de gente que camina hacia ninguna parte, los chimeres —las fuerzas de choque del ahora ex presidente— aterrorizaban a todos, saqueaban casas, quemaban estaciones de servicio, amenazaban y agredían a periodistas. Pero, fundamentalmente, mataban gente.

Puerto Príncipe, 9 AM. Los cuerpos de tres personas aún se desangran al sol sobre una calle de asfalto caliente. Nadie nos dice quién los mató, pero desde la noche del sábado, decenas de chimeres recorrían los recovecos de Petion Ville, la zona exclusiva donde están los hoteles, disparando a mansalva, desesperados por la segura partida de su jefe. Actuaban como si no tuvieran nada que perder. Y así era.

"Nadie hizo nada por sacar esos cuerpos de ahí", me dijo un trabajador del hotel que llegaba de la zona. La comisaría del barrio, que tenía unos 60 policías, fue atacada y nadie la defendió.

Era casi imposible llegar al centro. Fotógrafos y periodistas debieron huir y refugiarse aquí, en el barrio alto. Abajo, farmacias y supermercados fueron saqueados y muchos policías se quitaban los uniformes para evitar ser reconocidos por rebeldes o por las milicias pro Aristide.

La Plaza Champs de Mars, frente al palacio presidencial, hervía de "malos muchachos" o chimeres, armados de machetes. "Yo intenté llegar, pero nos rodearon el auto, nos apuntaron y mientras disparaban al aire nos obligaron a volver. Estaban armados y con el rostro cubierto", contó Carlos, un fotógrafo chileno. Un periodista de AFP fue apuntado al pecho cuatro veces en sólo media hora y se salvó de milagro. La enviada de la CNN dijo que les tiraron con pistolas y fusiles y escaparon corriendo.

Puerto Príncipe, 10 AM. Mientras el primer ministro Ivon Neptune anunciaba la renuncia de Aristide en su coqueta residencia de esta zona, abajo ya nadie podía controlar a los pandilleros.

Descontrolados y sin organización aparente, se juntaron frente al Palacio de Gobierno y atacaron el cuartel de policía. De allí se escaparon al menos 50 presos.

La policía, que hasta el día anterior había sido aliada de los chimeres recibió la orden de dispersarlos. Pero poco podía hacer, mientras disparaba al aire y acaso al cuerpo. Hubo al menos 4 muertos más en las inmediaciones del bellísimo edificio blanco de la presidencia. En torno al palacio fue incendiada una estación de servicio Texaco.

Neptune, el nuevo presidente Boniface Alexandre y el embajador de EE.UU., James Foley, no parecían preocupados en Petion Ville: estaban rodeados por decenas de marines y soldados franceses, armados con M-16 y ametralladoras austríacas H&K, parapetados detrás de los árboles de la mansión.

Fuera, trepados a las rejas, opositores al ex presidente gritaban sin cesar. "Es un asesino y huyó por cobarde. Ahora queremos que los americanos vengan aquí para protegernos y ayudarnos a organizar elecciones limpias y libres", me dice Leonardo Martínez, un estudiante de ingeniería electrónica de 29 años.

A esa hora Aristide ya había hecho una escala en República Dominicana, cerca de la frontera con Haití, y viajaba a un destino incierto. No se enteró de que en Cité Soleil, la gigantesca villa de esta capital, saqueaban y robaban lo que podían. Menos aún que un grupo de rebeldes se paseaba por las calles de Petion Ville para darle "seguridad" a la población.

Aristide ya es historia. Pero antes de irse dejó varios muertos que llorarán los que se quedaron.


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