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miércoles 28 de septiembre de 2005 |
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Asalto a gran escala
SE agravan los problemas en la frontera de Melilla. Aunque la operación se repite casi a diario, el asalto masivo realizado en la madrugada de ayer resulta especialmente significativo. Los datos hablan por sí solos; lo intentaron alrededor de quinientas personas y se calcula que lo consiguieron unas cien, lo que supone un porcentaje muy elevado, capaz de atraer a nuevos aspirantes. Es llamativa la estrategia utilizada, con una notable coordinación de los distintos grupos y el empleo de abundante material. La resistencia a las Fuerzas de Seguridad causó múltiples heridos, todos ellos por fortuna de carácter leve. Una vez más, los enfrentamientos han tenido lugar en las zonas de la valla que no han sido reforzadas todavía de forma adecuada. Estamos en presencia, en suma, de hechos de extrema gravedad, que confirman la necesidad de una política rigurosa. El Ejecutivo se encuentra ante el contraste entre la retórica del optimismo antropológico y las exigencias dramáticas que impone la realidad socioeconómica. No es justo comparar la muralla de seguridad en Melilla con el Muro de Berlín, pero quizá se pone el dedo en la llaga al denunciar la doble moral de quienes predican una cosa y pretenden ahora justificar la contraria. El Gobierno debe asumir sin complejos su obligación de garantizar la seguridad y de cumplir al mismo tiempo los compromisos contraídos por España con nuestros socios europeos, aunque tenga que modificar para ello el discurso melifluo al que nos tiene acostumbrados. A falta de ministros, bien está la visita a Melilla de los secretarios de Estado de Seguridad y de Inmigración, junto con una delegación de parlamentarios, aunque su presencia no haya contribuido especialmente a solucionar un problema que se ha convertido en una cuestión de Estado, como tampoco parece lógica la exclusión de Ceuta y Melilla de la cumbre que mañana servirá para abordar una crisis migratoria que afecta, muy de cerca, a las dos ciudades autónomas. Si hace falta -como es notorio- una mayor implicación de la UE y de Marruecos, es responsabilidad de Zapatero exigir la cooperación de unos y de otros. Es evidente que hay excesiva tolerancia en la lucha contra quienes se lucran de este tráfico inmoral. Sobre todo, el Gobierno debe transmitir una imagen de solidez que rompa cualquier equívoco acerca del «efecto llamada» derivado de una regularización mal concebida y peor ejecutada. Más vale prevenir riesgos que lamentar consecuencias. |