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Jueves, 1 de septiembre de 2005
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OPINIÓN
EDICIÓN IMPRESA - Editoriales
La seguridad en Ceuta y Melilla
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EL asalto frustrado, en la noche del pasado domingo, de 300 inmigrantes a la valla metálica que separa Melilla de Marruecos pone de manifiesto que la lucha contra la inmigración ilegal no se compone sólo de buenas palabras y regularizaciones masivas, sino también de decisiones que implican firmeza y autoridad. Más aún teniendo en cuenta que este método de la «avalancha» no es nuevo. En agosto del pasado año, cerca de cuatrocientos inmigrantes intentaron entrar por la fuerza en Ceuta y provocaron graves enfrentamientos con la Guardia Civil, cuyos mandos vienen denunciando desde hace tiempo la falta de medios humanos y materiales para vigilar adecuadamente los perímetros de los dos enclaves españoles. La muerte de uno de los asaltantes, durante el intento del pasado domingo, ha subido el tono del incidente, si bien la Guardia Civil ha rechazado la versión de que el fallecimiento se debiera a la fuerza empleada por los agentes para repeler la entrada ilegal. En todo caso, es necesario aclarar las causas de esta muerte y revisar la supuesta colaboración de Marruecos en la contención de las salidas de inmigrantes ilegales.

En el mes de abril, el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, declaraba no poder «estar satisfecho con la cooperación marroquí» en la lucha contra la inmigración. Tenía razón para no estarlo. Sin embargo, Rodríguez Zapatero ensalzó recientemente la colaboración del Reino alauí, en el mitin de La Laguna con el que abrió el curso político, y atribuyó al diálogo con Rabat la reducción de pateras en Canarias. Puede que en ciertas islas del archipiélago haya bajado la presión de las pateras, pero según los datos de Interior ha aumentado en otros puntos del territorio nacional. En particular, en Ceuta y Melilla la llegada de embarcaciones ha aumentado un 450 por ciento y un 900 por ciento en el primer semestre de este año, respectivamente, sobre el mismo período del año anterior. Por muy comprensible que sea el empeño del Gobierno en hacer ver a la opinión pública los buenos efectos del talante en las relaciones con Marruecos, es imposible que las autoridades marroquíes no estén al tanto de estos preparativos de asalto. Sencillamente, no se vigila al otro lado de la valla.

A nadie debería llamar la atención que la presión migratoria sobre Ceuta y Melilla, con resultados de alteración del orden público y otros similares, corre paralela al permanente interés anexionista del Reino alauí sobre estas dos ciudades autónomas españolas. Por eso, la tradicional amistad con Marruecos será creíble cuando sus autoridades controlen sus costas, actúen decididamente contra los traficantes de mano de obra y desmantelen los campamentos de inmigrantes que rodean Ceuta y Melilla. Entre tanto, compete al Gobierno español el dotar de medios suficientes a las Fuerzas de Seguridad que custodian el vallado.