México: ocupada por policías, en Oaxaca no cede el clima de tensión
Claudio Mario Aliscioni OAXACA, MEXICO. ENVIADO ESPECIAL
Nadie diría que aquí, en el centro histórico de Oaxaca, hubo hace algunos días una batalla campal entre policías y manifestantes. Algunos turistas adormilados beben té de manzanilla en humildes bolichitos o compran baratijas en los puestos del mercado. Más allá, un par de lugareños atraviesan a paso apretado la histórica plaza, corridos por el sol impiadoso del mediodía. Pero una presencia inusitada de cientos de policías acampados a la vera de la Catedral y bajo imponentes recovas despierta enseguida las sospechas.
Si se alza la mirada hacia los bellos edificios del siglo XVI del entorno, se confirman sin dudas todas las presunciones: casi no hay casa que no tenga un vidrio roto o astillado por piedrazos y las paredes lucen una pareja ración de manchones de un rojo predominante, como si las hubiese atacado de improviso un misterioso sarampión. En rigor, esos parches son pintadas que el gobierno oaxaqueño ordenó realizar para cubrir a brochazo grueso los cientos de graffiti con insultos y otros improperios contra el gobernador Ulises Ruiz, el personaje central de la revuelta popular que conmueve al estado.
Es que, desde hace siete meses, Oaxaca y sus 70.000 maestros están en pie de guerra contra el gobernador, a quien le exigen su inmediata renuncia acusado de fraude y corrupción. Los acompañan en el reclamo unas 70 organizaciones sociales agrupadas en la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). La semana pasada tuvo lugar la última refriega en el casco histórico de esta ciudad, que duró siete horas y fue la más violenta de todas. Los casi 4.000 policías federales enviados por el gobierno no pudieron controlar a la multitud y debieron replegarse. Desde que se inicio la rebelión, informes extraoficiales hablan de 16 muertos entre ellos, el periodista de EE.UU. Brad Will., más de 100 heridos y hasta 200 arrestados.
El conflicto empezó en mayo cuando el sindicato de maestros pidió mejoras laborales, tal como lo había hecho año tras año. Por lo general, conseguían su parte. Pero esta vez el gobernador rechazó las demandas y sacó la Policía a la calle. Los disturbios brotaron de inmediato, alimentados por el hastío general de la población ante una dirigencia atornillada en sus poltronas, sospechada de integrar una cleptocracia y preocupada sólo de sus propias mezquindades. Oaxaca es el segundo Estado más pobre de México, aunque es cuna de figuras históricas como Benito Juárez, Porfirio Díaz y José Vasconcelos. Sin industrias, vive del turismo y del dinero que le envían sus hijos emigrados.
La magnitud de la violencia de las protestas se percibe aún hoy, aunque ya atenuada por las rápidas cuadrillas municipales que ocultan bajo litros de pintura cualquier signo de descontrol social. El edificio del Poder Judicial Federal y el Teatro Juárez aún están quemados y lo mismo ocurre con el Honorable Tribunal Superior de Justicia, cuyas largas ventanas tienen sus marcos calcinados y todavía sus paredes color terracota muestran enormes manchas de hollín. Las autoridades culpan a la APPO, pero algunos pobladores piensan otra cosa. "Las quemó el gobierno para destruir archivos que los comprometen", dijo a Clarín Erangelio Ocaña, un bancario.
La sede del Parlamento local estuvo tomada por la APPO durante un mes y los diputados sesionaban a escondidas en casas particulares y hoteles. El propio Ruiz debió mudar su oficina escapando de los piquetes y barricadas armadas ante la Casa de Gobierno. "No voy a renunciar", dice ante cada micrófono, desoyendo los reclamos del Congreso Nacional.
Casi 1,5 millón de alumnos quedaron sin clases desde mayo hasta la semana pasada, cuando el grueso de los docentes levantó la huelga. Pero toda la ciudad vive en tensión porque se espera un nuevo paro esta semana luego de que Ruiz ordenara el arresto de los líderes de la protesta. "Nada está solucionado. Mañana (por hoy) habrá otra marcha. Queremos libertad a los detenidos", aseguró a Clarín desde la clandestinidad, Florentino López, el vocero de la APPO.
El conflicto es un regalo envenenado para el presidente Felipe Calderón. Los oaxaqueños temen que aplique mano dura. Se apoyan en ciertos indicios como la inclusión de Francisco Acuña, un "halcón", en el Ministerio de Interior, y el aumento salarial concedido a militares. Los policías consultados por Clarín estiman que se quedarán por largo rato. Aunque la APPO se replegó, nadie descarta un rebrote pues subsisten focos aislados de violencia. La recomendación en los hoteles es un síntoma: "No salga después de las nueve de la noche".
Calderón recorta gastos
En su segundo día al mando del Estado, el presidente Felipe Calderón dio ayer otro indicio de cómo intenta encarrilar su gestión al anunciar un programa de austeridad para ahorrar 25.500 millones de pesos unos 2.500 millones de dólares que incluye la reducción de su salario y el de todos sus ministros.La medida confirma así el anticipo que había dado el propio mandatario de origen conservador en su primer discurso, luego de haber asumido en una accidentada ceremonia de jura al cargo en el Parlamento de la Nación, el último viernes.
Calderón parece cumplir de tal manera una de las principales expectativas de los votantes, ligadas a una mejor administración de los recursos del Estado. La poda, sin embargo, no alcanzará el sueldo de un área sensible como las Fuerzas Armadas que recibirán, en sus niveles más bajos, un "sustancial aumento".
OAXACA. ENVIADO ESPECIAL