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Advertencia


Esta traducción es nuestra, autores del texto original. Si tenemos un cierto conocimiento
de la lengua española, no la dominamos como la “nuestra”, lo que podrá explicar ciertas
imperfecciones, o errores. Pero nos parece particularmente crucial superar las limitaciones
determinadas por las diferencias entre las lenguas. Es por eso que publicamos así esta
traducción, después de las verificaciones las más precisas posibles, y para que pueda servir,
al mismo tiempo, para interpelarnos.






Invitación al debate sobre la totalidad




El debate, tal como nosotros lo entendemos, tiene por lo que está en juego la totalidad en devenir. Este debate está en curso, desde toda la historia, que es su progresión en el tiempo, así como el mundo es su espacio, su arena. Es la actividad contradictoria por la cual la humanidad se determina, entre los humanos en un momento de la historia, en el paso de una época a otra, y por la interacción de estas confrontaciones múltiples. El debate es práctico : es el conjunto de los actos y de los hechos gracias a los cuales las ideas emergen, se enfrentan, circulan, influyen a su vez sobre otros actos y otros hechos. Así, el debate hablado, traducción por la reflexión y el lenguaje de lo que tiene lugar, que puede también pasar a ser motor de lo que tiene lugar, constituye un momento del debate para el cual la totalidad está en juego, y uno de sus medios indispensables. 

La insatisfacción es el agente del debate, lo provoca, lo motiva y lo alimenta. Por consiguiente, toda comunicación no es el debate. En actos y por la conciencia, con formas diversas según las épocas, los humanos insatisfechos revelan el defasage entre lo entonces admitido, lo que tiene que ser, y lo que esta pretensión no contiene, lo que la supera y la acusa. La insatisfacción es en el centro del debate – en un mundo de satisfechos, el debate no tendría motivos de existir.

Pero, del conjunto de los actos y discursos de la humanidad a su interpretación por la conciencia, el debate se hiela. Queriendo apropiarse del debate, la conciencia se opuso a su progresión más que la sirvió. Si la humanidad es bien el actor del debate, hasta ahora su organización, su manejo, sus resoluciones, sólo pertenecieron a una parte de ella, cambiante según las épocas, pero siempre conduciendo al mismo resultado, la erección y la fijación por la conciencia de proposiciones particulares en dogmas dominantes. Sin duda, sólo podía pasar así en el pasado, en aquellos tiempos en que separaciones en el mundo eran más poderosas que el saber de su unicidad, en aquellos tiempos en que quedaban todavía espacios por descubrir, comunicaciones por establecer entre los hombres, medios por inventar para hacerlo. Ahora, cambió la situación. En la época actual, la humanidad dispone de medios que permiten la circulación de las mismas visiones a escala planetaria, y su comunicación a todos sus miembros. Eso no impide que lo particular sigue dominando lo general. Si ya no son exactamente mesías, grandes hombres, filósofos, clases, burocracias, que dictan sus directivas y sacralizan sus leyes y sus morales a la atención del mundo, todavía son bien algunas concepciones particulares que dominan, elevadas a sistemas de creencias insuperables, con todas la consecuencias y todos los efectos concretos que producen gracias al trabajo de sus sirvientes y que refuerzan su apariencia de absoluto, por la adaptación a la cual cada uno está forzado.

Si el debate está en curso, así pues puede parecer suspendido, como actualmente, debido a la dictadura de pensamientos particulares sobre el devenir de la humanidad. Porque hasta ahora, el debate, en su manejo, permanece permanente y a la vez discontinuo. Por una parte porque por momentos entra en fases de congelación, por otra porque la mayoría de sus actores potenciales se ve apartada en general de éste : no hace más que sufrir algunas proposiciones por cierto resultantes del debate, pero engañosamente presentadas como sus conclusiones mismas. Si eso no impide que el debate permanece el producto permanente de toda la actividad humana, cada uno no puede considerar su actividad particular como participando en su progresión. Al contrario, el desperdigamiento en actividades normadas y limitadas participa en la congelación del debate.

Por medio del debate la totalidad se mueve y se transforma, pero le escapa también, porque su toma como objeto se les escapa de sus actores potenciales mientras sus relaciones sociales se fundan en toda clase de divisiones particulares y petrificadas, y en la interposición de mediaciones que los gobiernan. En la historia, las revoluciones, por lo menos desde el fin del siglo XVIII, son los momentos en que se acusan las relaciones sociales existentes, a punto de ser cambiadas completamente. Del debate congelado, del debate entre algunos al abrigo de los palacios y salones, se pasa al debate de la mayor parte de la gente sobre todas las cuestiones que plantea esta mayoría. La organización del mundo ya no depende de poderes aislados, la totalidad por definir se ofrece a la libre voluntad de quienes la hacen. Entonces, estas fases del debate son las en que se acercaron más, en las cuales se metieron más lejos los humanos hacia el dominio de su manejo, cuando de sus actores potenciales ellos se convierten en sus actores reales. Contra este impulso, las contrarrevoluciones son los momentos de la confiscación del debate, cuando se cierra, cuando otra vez algunas conciencias policiales lo congelan.

Fuerte de la experiencia de estos avances y de estos retrocesos previos, pensamos que en adelante la humanidad ha abierto la perspectiva del dominio del debate. Ahí está a nuestro modo de ver la cuestión principal al orden del día, el nudo del problema. De su resolución depende la manera de la cual el debate puede proseguirse, es decir que sea o no deliberadamente llevado hasta su final. Porque el dominio del debate no es un objetivo en sí, contrariamente a lo que cultiva la concepción hoy en día dominante acerca de la communicación, communicación para la communicación, frenética, sin fin, desconociendo la totalidad. Si la práctica dominada del debate importa, es porque es el medio para plantear y discutir la cuestión del fin. Fin cuya formulación prudente y provisional podría ser : resolver toda la insatisfacción.




Parálisis



En nuestra época, ciertas fuerzas preponderantes impiden que los humanos se apoderen del debate sobre la totalidad. Según las preocupaciones y los imperativos que transmiten, y gracias a su proyección planetaria, unos modos de comunicación y de pensamiento pretenden a la eternidad de su instauración. Pero, desde el punto de vista de la totalidad, sólo son resultados relativos del debate, a los cuales no se puede de ningún modo reducir su movimiento y sus horizontes, a pesar de lo que se querría hacernos creer.

Según una progresión entrecortada, segura a pesar de las contradicciones que le fueron opuestas, unos medios particulares de mediación han llegado hasta el estatuto de fuerzas dominantes sobre la marcha del mundo : por ellas resultan unificadas la organización social de los humanos, la definición de las razones y de los fines de sus existencias, la gestión de sus comunicaciones. Si no son presentadas en estos términos por los que defienden su superioridad, la asociación de tres mediaciones fuerzas determina y gobierna toda relación humana a escala del mundo : son la mediación por el Estado, la mediación por la mercancía, y la mediación por la información dominante.

El Estado es la validación del principio del poder separado, cuando siempre se reserva jerárquicamente la toma de decisión, con esta otra característica que sus fronteras dividen y oponen por la fuerza. La mercancía implica la sumisión de los humanos a las cosas, aquí las que se comercian según el absoluto de su flujo perpetuo. La información dominante consagra la independencia de un intermediario autodesignado entre los humanos, que se arroga el poder de estatuir sobre el sentido del mundo. Procediendo de su alianza a veces caótica, se establecen unas leyes, unas reglas, unos principios como medios para dirigir y controlar lo esencial de las relaciones entre los humanos. Y la amplitud de su influencia incluso da la ilusión que la comunicación así forzada sería toda comunicación.

Unos modos de pensamiento predominan, más especialmente encargados de dar una apariencia de contenido a la comunicación. Su “lógica” común consiste en certificar la explicación acabada sobre toda cosa pasada, presente, y venidera, sometiendo a está la participación de los humanos, con eso siempre determinados a pesar suyos. Entre estos discursos construidos mudados en sistemas de creencias englobantes, que justifican el orden presente contra toda posibilidad de acusarlo, la economía permanece todavía en el lugar central que conquistó en dos siglos, cuando su credo se impuso, o sea la reducción del debate al simple debate sobre la mejor manera de gestionar. Con la identificación de las razones primordiales de la organización social con la satisfacción de la necesidad alimenticia – de solamente necesarios, se promueven centrales y esenciales la supervivencia y el trabajo – la economía pretende satisfacer a la cuestión del sentido, mientras concede la fatalidad de la pequeñez humana. Profana, materialista y trivial, cumple así el mismo papel que las religiones deístas todavía vivaces, que por su parte tienen al menos el mérito de representar un más allá a lo que es, sin embargo con el defecto fundamental de haber hecho de éste un más allá de la humanidad, fijando de ese modo la totalidad fuera de alcance de los humanos. Las ciencias exactas, por el intermedio de los astrofísicos, mantienen la misma idea de lo absoluto, de lo inacessible y superior a lo humano.

En un registro menos ambicioso, y ahí es una de las atribuciones principales de la información dominante, la comunicación es día a día alimentada por la representación de acontecimientos cuyo impacto espectacular y emocional tiene que bastar, sustituyendose a todo intento de análisis y de explicación, ya impedido por el surgimiento del acontecimiento siguiente. Si a veces se evidencian relaciones entre los hechos, incluso una unidad, sólo sirven para apoyar lo que ya está preestablecido, porque los que disertan sobre esto no debaten, monologan. En un sector previsto con este fin se remeda el debate, para prevenir su posibilidad, y su amenaza. Por último, autorizada a la mayor parte de los individuos separados, una tendencia más reciente se desarrolla de manera positiva en el mundo, que se impone como su ideología principal. La actividad de comunicar desprovista de sujeto y de realización se hace la más común : de los progresos para la mercancía y la información dominante permitidos por las técnicas digitales a las teorías de las redes que se derivan de éstos, de paso por el consumo histérico de los medios de intercambio virtuales, se desvia la aspiración a comunicar hacia un modo inofensivo, inefectivo. Posible y dominio sólo están mantenidos como ilusiones, que subyugan tanto más cuanto que se supone que se relacionan al mundo entero, al cual de esta manera cada uno se hallaría unido.


La esclavitud generalizada de los humanos al conjunto de las fuerzas que cultivan la congelación del debate se debe a una razón común, procediendo de una relación a la alienación hecha de ignorancia y de temor. Esta relación constituye la clave de bóveda del oscurantismo moderno. En su combinación, medios de mediación y modos de pensamiento dominantes forman una especie de bloque de pensamiento que forma parte del movimiento del pensamiento en su conjunto. Pero del interior de este fenómeno en círculo cerrado, esta relación no aparece. Al contrario, más producto de un consenso no confesado que fruto de un plan concertado, este bloque de pensamiento se percibe como el movimiento mismo de todo el pensamiento. De cierta manera, se podría decir que hay ahí como una tentativa de explicar la alienación, puesto que existe la pretensión de querer explicar todo. Pero se trata mucho más, más simplemente, de la expresión de un miedo, de un pánico, que incita a tranquilizarse como se puede, en un impulso desesperado. Travestismo de interpretaciones parciales y relativas en explicaciones fundamentales, expansión al mundo entero de un modo de gestión social basado sobre el aislamiento del poder, generalización de la sumisión a la mercancía y ambición demente de querer siempre esparcirla más, son otros tantos síntomas de la misma pretención condenada al fracaso porque fundada sobre el mismo error de apreciación : pensamientos y voluntades particulares querrían dominar a lo general. Pero como sólo permanecen estos pensamientos y estas voluntades particulares, lo general los supera, lo general les escapa, perpetuamente la alienación más poderosa los deja maltrechos.

Desde el punto de vista del debate sobre la totalidad, y de la perspectiva de su dominio por los humanos organizados para hacerlo, la debilidad y la cobardía de esta relación a la alienación son por superar. Ahí donde el conjunto del pensamiento sigue su curso independientemente de las conciencias, el fenómeno por el cual el pensamiento se hace autónomo, se extrae de las conciencias para transformarse durante su circulación, es de naturaleza contradictoria. Aleja la possibilidad de dominar el debate – expansión de su glaciación por el refuerzo de los pensamientos particulares hechos autónomos – y lo reclama, dándole su riqueza potencial – la abusiva dominación de estos pensamientos, aumentada por este fenómeno, alimentaría otro tanto más la insatisfacción respecto a ellos, motor de su derrocamiento posible. La prosecución dominada del debate se anuncia como una práctica de la alienación que necesita su crítica, lo que no significa su supresión, pero la toma en consideración de su fenómeno, la voluntad de confrontarse a ella, y apoderarse de ella. Contra la independencia del espíritu objetivo, la prosecución dominada del debate se presenta como la práctica fundadora del devenir sujeto de la humanidad.




Activación



El mundo es más que la imagen pobre de la cual el campo de la conservación querría satisfacerse. Contra la organización y las representaciones que impone, hechos le escapan que perjudican el carácter presuntamente definitivo de éstas.

En una relación mucho más directa a la alienación, un negativo surge que ataca la positividad cegada del mundo gestionado según las visiones de los enemigos del debate. Por su forma todavía la más difundida de l’émeute moderne, la revuelta manifiesta la irrupción de la novedad en la historia. Por sus actos, colectivamente, humanos se insurreccionan contra los efectos diversos de lo que es y tendría que seguir siendo del mismo modo. En esta fase, creemos que es la posibilidad de la prosecución del debate la que es puesta a la luz del día. En esta fase, desde el punto de vista del debate sobre la totalidad, pensamos que lo principal que está en juego en este momento consiste en la oposición entre los que defienden pensamientos que los dominan, el movimiento de “lo” que no hacen sino que servir, y los insatisfechos que liberan en actos las posibilidades de invertir esta relación al acusar las condiciones que determina. Sería eso la manifestación de la insatisfacción más particular de nuestra época, generada por el mantenimiento de la ausencia de debate solamente tolerado y fomentado en forma de sucedáneo.

La revuelta, en actos colectivos y ofensivos, hecha de destrucciones y de ruptura, sin carácter parcial preestablecido y reivindicado, cuando la ira fecunda supera a la razón castradora, la revuelta moderna desgarra el velo del orden establecido : por ella la marcha del mundo ya no aparece tan evidente como sus ideólogos de segunda clase querrían creerlo ellos mismos. La activación del debate por la revuelta da a lo desconocido, y es bien lo que anuncia apasionante su extensión por realizar. Porque por sus actos negativos los humanos lo alimentan comenzando a dar forma a su contenido, el debate puede cambiarse en medio del conocimiento comprendido como actividad. Es entonces una carga contra su concepción dominante, basada en el reinado de la razón que sólo sirve para disimular la incompletud del conocimiento para la conciencia, según la cual el conocimiento sólo sería constatación y justificación de lo que sucede. Porque es el momento colectivo del desbordamiento de la conciencia por la emoción, porque es encuentro no premeditado de anónimos que pasan a la ofensiva, porque destaca en este mismo movimiento un sujeto colectivo que acusa la objetividad de lo que ataca, l’émeute moderne en su generalidad se ha revelado como el modo inicial de la apropiación posible del debate.

Generalmente, todavía falta, en esta fase, el fortalecimiento de esta apropiación. El debate sigue siendo una disputa permanente que se juega en actos ante todo, en general fuera de las conciencias de sus actores. Les falta apoderarse de la unidad de su práctica a escala del mundo, lo que constituye hoy su principal carencia. La observación y la reflexión teórica permiten relatar esta disputa, darse cuenta de sus momentos, de sus avances y de sus retrocesos, pero solamente después, en un alejamiento que el proyecto del dominio del debate también acusa.

Centro del debate, la oposición actual es un conflicto a escala del género humano. Determina la principal división y la dualidad de la humanidad, en dos campos que se enfrentan pero cuyos posiciones y efectivos no están establecidos de una vez para siempre. Primero porque el debate se dirige de manera discontinua, abierto por los que se rebelan en los momentos que lo hacen. Luego porque ellos no asumen en conciencia los términos del conflicto mientras no se den los medios para hacerlo – sin hablar de los enemigos del debate que se esfuerzan por reprimir todo intento de elaborar estos medios y de hacer públicos estos términos del conflicto.

Con la expresión del negativo inaugural, se plantea la cuestión de la extensión del debate, apareada con la del manejo de la guerra más allá de la inmediatez inicial. En el campo de los revoltosos, las perspectivas de organización dependen de estas dos exigencias, considerando que el contenido del debate no está totalmente determinado por esta situación conflictiva. En el campo de los revoltosos, que podríamos llamar el partido de la historia, el cuestionamiento central acerca del debate, su toma como objeto, son una necesidad. Negar esta necesidad es lo proprio de los recuperadores.

Según el ejemplo de las situaciones de revuelta las más intensas de los veinticinco años pasados, la insurrección apareció como el prolongamiento de l’émeute moderne en el cual se parece privilegiar la evidencia del conflicto directo. Voluntad de extenderse sobre esta base, determinada por esta urgencia, reactiva a las maniobras enemigas, la insurrección puede elegir una organización rudimentaria desde el punto de vista del debate, si se conserva en la organización de la mediación la ilusión de una inmanencia del sentido. El sentido, como toda cosa, depende del debate, y no lo contrario, porque en este caso, el debate se queda en los límites del sentido fijado antes, por menos que el conjunto de sus actores potenciales.

Como encuentro, la revuelta pone en juego la posibilidad de confrontar colectivamente la insatisfacción de costumbre reprimida en cada uno. Entre sus actores, el lazo que prevalece en adelante está determinado por su participación en el acto negativo, y por su compromiso sobre esta base.

Según lo que sabemos del movimiento de las asambleas en Argentina nacido en la revuelta del invierno 2001-2002*, sus actores se organizaron sobre bases negativas para instaurar entre ellos el debate sin imponerse al principio ningún límite. Estado, mercancía, información dominante no penetraron su espacio de debate. Ellos confiaron el poder de definición sobre el debate a la base, es decir a todos los que deseaban comprometerse en las asambleas. Actuando así, los revoltosos crearon una novedad que aparece como una progresión con respecto a l’émeute moderne, y a su extensión en la insurrección, por una parte sin negar su calidad propria incluso haciendose cargo de ciertos de sus aspectos, por otra ofreciendose como posibilidad de explorar lo desconocido así abierto, y con eso de superar lo negativo “simple”. Sin querer petrificarlo en perfecto modelo de una vez, ni presumir de la riqueza del contenido de los debates que permitió, el movimiento de las asambleas en Argentina constituye en la época presente un momento primordial, indicación central a la atención del partido de los revoltosos.


El sentido de los motines callejeros**, del conflicto puesto a la luz del día por su unidad, del debate que abren por este medio, puede ser tomado como objeto por la organización de un debate hablado de tal manera que la definición de su contenido no sea sometida a ninguna certeza previa, sino la del conflicto, del debate en marcha. En este sentido, una confrontación colectiva a la alienación es hecha posible, cuando tiene prelación el examen crítico del aquí y ahora, con la intención de una transformación de arriba abajo. La novedad de este modo de organización cambia completamente las concepciones hasta allí conocidas de la historia, especialmente su concepción dialéctica la más corriente entre los partidarios de la revuelta, que generalmente sólo se revela ser una justificación del reformismo. No se define la dualidad de la humanidad según un dado petrificado, ni según presupuestos presuntamente reales. Al contrario, depende de una toma de posición acerca de la discusión y la supresión de los presupuestos. Son los humanos los que dan sus motivos a su disputa : la organización en asambleas de base soberanas señala la emergencia de un medio posible para definir y verificar, gracias a la participación de todos, el contenido de la comunicación. Porque en esta configuración, los humanos constituidos en sujeto franquean este paso primordial en que tienen acceso al poder de todos sobre todo.



Octubre de 2006
(extracto del texto  Une expérience d'assemblée en France au printemps 2006 - Critique de l'AG en lutte)

(Noviembre de 2007 para la traducción)


* :  “invierno” desde nuestro punto de vista, situados en el hemisferio norte.
** :  es decir las manifestaciones diversas, particulares, de l’émeute moderne.


    Invitación al debate sobre la totalidad


Invitations au Débat sur la Totalité